lunes, 7 de marzo de 2011

Versión imprimible, Calmecac número 31, mes de Marzo de 2011

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Instrucciones de Impresión y armado
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Revista imprimible Calmecac número 31, mes de Marzo de 2011
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Contribuyentes editoriales: Joel Eduardo Rico Vallejo, Héctor José Hernández Alfaro, Juan Manuel Fernández García, José Alfredo Cabrera Morales Dirección General: Joel Eduardo Rico Vallejo Edición: Juan Manuel Fernández García Ilustraciones: Fernando García G. Escritores: Gabrielle Vallejo Montaño. (Irapuato, Gto), Angélica Olmedo Vidaurruzaga (Guanajuato, Gto.) Joel Rico Castillo (Irapuato, Gto.), Ivonne B. Mancera (Irapuato, Gto.), Francisco Jesahe Sarabia Morales (Xalapa, Ver.) Héctor José Hernández Alfaro (Irapuato, Gto.), Adi (Irapuato, Gto.), Daniel Cadena B. ( Irapuato, Gto.) César Da Mota (Iraputao, Gto.)Alejandro S a n ( Irapuato , Gto.)

domingo, 6 de marzo de 2011

Editorial

¡Fuera Santa Ana! ¡Fuera Santa Ana! Que ya no nos quite más lana, ah, ¿qué no se llama así nuestro gobernador? ¡No! Aunque con él estaríamos mejor, este nos quita hasta las suelas… a los de abajo, a los de abajo, gritaría Mariano Azuela.
Mejor calma, no nos vayas a meter en aprietos, no queremos ser desterrados como Guillermo Prieto. Hablemos de cosas agradables, como La Guerra de los Pasteles, ¡momento! Eso no fue nada bueno, mejor hablemos de las mujeres.
Si, esas mujeres, que en este mes nos atrevemos a celebrarles un día, ¿será por remordimiento? Ya que los demás días les quitamos su alegría; sobajándolas cada que podemos, como si fuéramos sus dueños. No señor, que te calen hondo mis palabras, si hasta el culo te arde, hombres necios que maltratáis a la mujer sin razón… son unos cobardes.
Felicidades lectores, felicidades escritores, Calmecac cumple dos años entre nosotros; sin la participación colectiva de ustedes, esto no seguiría. Muchos años más para sus letras, los mismos más, que sean para Calmecac

Mi regalo

Por: Francisco Jesahe Sarabia Morales

El ruido de un río al correr, el oro al final del arcoíris, la primera gota de rocío y el último fulgor del alba. El sepulcral silencio del conticinio, las tres marías de Orión, la entera redondez de la luna, el primer brote de la primavera y la última hoja caída del otoño, todo eso y más, te lo regalo.

El primer llanto de un niño y todas las noches de desvelo que los demás trajeron consigo, las miles de gotas de la lluvia, una piedra lunar, las nubes del cielo, el colorido tinte de las flores, la oscuridad más densa y la fosa más profunda.

Te regalo quince poemas de amor, todo el surrealismo de mis sueños, mi voz desafinada, todas mis noches de duermevela y los latidos que mi corazón da en un día.

Te regalo el único beso que jamás nos dimos, el impacto de dos cuerpos amándose y todos los recuerdos que ya he olvidado. Te regalo mi infancia, una caricia sublime, el cariño más sincero, mi último instante de paz y todas las lágrimas que sobre este escrito he derramado.

Y todo eso y más podría regalarte si tan sólo estuvieras a mi lado…

Por: Joel Rico Castillo

FE DE ERRATAS: ESTE ESCRITO ES AUTORÍA DE JOEL RICO CASTILLO, NO ASÍ DEL NOMBRE QUE TENÍA HASTA AHORA QUE YA FUE CORREGIDO.

Cada vez estoy más lejano al género humano,
hombre o mujer lo entiendo yo menos.
Entre voces y reclamos
vestidos de egoísmo nato,
que se apropia el humano.
Noches silentes,
llenas de estrellas,
y bellas mañanas,
que a diario yo veo
sin necesidad de mirarlas,
me alejan del mundo,
del género humano.
Dichoso me siento
de encontrarme tan lejos
de lo vano y superfluo
que engendra lo humano.
Dichoso me encuentro
cuando pienso en lo bello…
que no es nada humano.

A sabiendas loco

Por: César Da Mota


Los duendes ya salen del jardín,

Media noche, frío asecha

Las sombras no mienten

Todos susurran, sapiencia acostumbrada

Un loco me mira, yo le sonrío,

El tonto se esconde, él loco me vuelve,

Suspiros ajenos se sientan a vernos,

Que risa, un par en cara de non

Intentos maniáticos por callarse,

Me tientan a hablar, alter ego feroz,

Evidencian lo irónico de dos,

Yo soy yo, pero él ya no

Duendes se van, con él, sin mí

Miro al loco, ¿dónde está?, no sé

Un cuerdo levanta la voz, me dice,

Eres tú, eres tú…

Y el mismo loco, loco de locos,

Sonrió una vez más

Verbos

Por: Ivonne B. Mancera

Despertarme y mirar tu cara,
despertarme y sentir tu cuerpo;
despertar y hacerte sudar…
despertar y no tenerte que soltar.
 
Recostarme sobre tu cuerpo,
recostarme y embriagarme de ti,
recostarme y que me hagas tuya.
Recostarme y no tenerte que soltar.
 
Besarte y saborear tus labios,
besarte y saborear tus ojos,
besarte y saborear tu sudor salado;
besarte y hacerte explotar.
Besarte y no tenerte que soltar.
 
Acercarme y morderte,
acercarme y olerte,
acercarme y que me abraces,
acercarme… ¡¡ámame!!
 
Acercarme y que no quieras soltarme.

El Canto de una poetiza desesperada

Por: Daniel Cadena B.

La túnica ataviada de oro, oculta tu espalda hinchada, mal oliente; herida por la daga del perdón y lacerada por la pesada mano de Dios.

Hincada, succionas la felicidad del enemigo, mantienes en la boca el líquido espeso de su ignominia; escúpelo en las manos de tu amante; estas se marchitarán cual flor en el invierno.

El ángel que vela los sueños protege tu cuerpo, sus alas, nidos de insectos, nublan el pensamiento, encorvan la espina dorsal y besas los pies del anciano.

¡Huye! Reposa en la copa del cerezo, en el verde pasto, en la celda de estrellas donde se desborda entre los barrotes de luz, el río de pez que veneran los ciegos.

Acostada en la profundidad del río, piensas en el hijo que te espera afuera, en el borde, temes que se lance a rescatarte y se hunda contigo; prefieres que se vaya, que camine sobre piedras ásperas, que contemple su futura madurez, golpeando su vientre, balbuceando insultos, con sus ojos carcomidos por las aves. ¡Vuela pequeña escoria! Vuela hasta la rama del fresno y deja caer sobre la cara de tu madre, la inmundicia caliente de tus entrañas.

Río amargo que rodea tu vientre, estría de piel, agita tus entrañas. A tu lengua llega un nuevo sabor, brillan tus ojos. Mejillas color manzana, contrastan con la iridiscencia de las estrellas rodeadas de un amor de artificio que mutilan tu cuerpo. Y regalas una sonrisa al cielo.

Los clavos que masacran tu cuerpo: escúpelos, no los tragues, que no se queden dentro; clavos que laceraron al hijo de Dios, clavos que marchitan el alma, no los detestes, solo voltea tu rostro y no los veas más.

El estigma del viejo amor te agobia. Torrentes de lágrimas provocan indecisión. ¿Qué puede importar la felicidad? ¿Qué más da lo bien que se siente ese otro cuerpo, esos nuevos labios? ¿O es qué el estigma de ese amor ya dejado es más hermoso que una lluvia de estrellas, más ígneo que el sol en la playa? Dulce Poetisa, respira lento, mira sin ver, camina sin destino, refúgiate dentro del caparazón de la tortuga y espera ahí hasta que una nueva ilusión regrese y te posea, te ame, te cambie. Pero la incesante necesidad de placer y ese vacío que te abruma, te asfixia y destroza tu alma. Habías decidido no dejar habitar a la ninfa del amor en tus entrañas, hiciste caso omiso a mis advertencias; pero entró, sacudió tus pulmones, agilizó tu mente, volviste a creer en Dios. Ahora te escondes debajo de una mesa, piensas, escribes y tiemblas de frío.

Parada sobre la cabeza del gigante de cristal, esculpido por el Hombre, te balanceas, suspiras, sonríes y te tiras.